Las visiones de William Blake
Las visiones de William Blake fueron el estigma de su tiempo, pero casi doscientos años después de su muerte, se le perfiló como el mayor artista de Gran Bretaña, según The Guardian.
Conocido por la crítica de la época como un “artista maldito” o un “lunático desafortunado”, William Blake, nacido en Soho, Londres, en 1757, fue uno de esos artistas adelantados a su tiempo, quienes como Van Gogh “pintaban para gente que aún no había nacido”.
A los nueve años, ángeles rebosantes en las ramas de un árbol, desplegaron sus alas para mostrarse ante los ojos del futuro artista, quien corrió a contarle a sus padres lo que acababa de ver. Aseguraba que sus visiones no eran una ilusión o la jugarreta de un trastornado, pues era capaz de describir con extremo detalle las imágenes que alumbraban su retina.
De padres metodistas, se le leyó y explicó la Biblia desde niño, cosa que influyó en toda su obra. Su padre le envió a una escuela de arte, y su primer maestro de dibujo le mandó a pintar las tumbas en la abadía de Westminster, donde actualmente descansan sus restos, en cercanía de poetas, dramaturgos y físicos, de la talla de Shakespeare, Dickens e Isaac Newton.
Mirar ángeles en la copa de un árbol, pintar tumbas en santuarios y bocetar las fachadas de iglesias londinenses, son las cosas que hacen de Blake un personaje para la posteridad, un pintor y poeta entrañable, de memorias hiperfantásticas y con una lucidez mental que traspasa la línea de lo divino.
Un retrato de su esposa, el tono cansado de unos cuantos versos y la gloria de Dios
Las visiones de William Blake pueden hoy apreciarse en el Museo Fitzwilliam, Victoria and Albert Museum, Tate Britain, etc., pero la verdad es que nunca sabremos con cuántas imágenes convivió en su vida.
Su esposa afirmaba que el antes “artista maldito” y hoy “el mayor artista británico” pasaba más tiempo en el paraíso que en el mundo de los mortales. Blake le enseñó a escribir, a dibujar y pasaron una vida trabajando juntos en un pequeño taller de grabado. Ella creyó ciegamente en sus visiones y siempre le mostró su apoyo.
Hay cierta nube chamuscada, cargada de tragedia, que persigue a artistas neuróticos y desadaptados, quienes siglos después pasan a los libros de historia, sea el caso de Van Gogh, de Allan Poe o de Jackson Pollock. También tenemos el caso de quienes experimentan visiones o son tocados por la mano de Dios, sea Hildegarda de Bingen o el mismísimo William Blake.
Lo importante es comprender que “la vida es imaginación” y que “sin imaginación no hay vida”. Las visiones de William Blake quedaron pegadas en pinturas como “El Gran Dragón Rojo y la Bestia del Mar” (1805) o en las 102 ilustraciones desde lápiz a acuarelas que realizó de la obra de Dante Alighieri “La Divina Comedia”
Y se sabe que en las últimas horas de su vida, Blake hizo un retrato de su esposa, murmuró unos cuantos versos y se entregó a Dios en cuerpo y alma. Para él: Dios es sinónimo de creación artística y viceversa, y sólo se puede estar cerca de Dios siendo creativo. Esta fusión de Dios y arte la podemos encontrar de manera exquisita en la artista multidisciplinaria Julia Cameron:
“El corazón de la creatividad es una experiencia de unión mística […] Quienes hablan en términos espirituales suelen referirse a Dios como el Creador, pero pocas veces ven esta última palabra como un sinónimo de artista. Yo sugiero que tomes el término creador en sentido literal. Tu objetivo es establecer con el Gran Creador un vínculo de artista a artista”
La Biblia ilustrada de Blake
Los estudios escatológicos, la interpretación «muy personal» de la Biblia —alejada de cualquier ortodoxia de la época— y su constante mundo imaginario, llevaron a Blake a imbuirse de lleno en las entrelíneas del libro sagrado, e ilustrarlo a como Dios le dio a entender, con esos ojos capaces de mirar lo invisible y materializarlo en versos, pinturas y grabados.
De esta forma, entre 1805 y 1810, Blake se entregó a la empresa de ilustrar la Biblia guiado por sus propios ojos. Una Biblia ilustrada nunca publicada, que sólo sobrevivió en la cosmogonía de sus más intensas visiones.
Estas ideas religiosas llegaron a confundirse con discursos políticos, donde Blake arremetía contra la corrupción, el poder y las instituciones, mientras celebraba el amor libre y la sexualidad.
En su intento de ilustrar la Biblia usó con bastante frecuencia la imagen del dragón para representar la maldad humana. Este ser mitológico, casi siempre con rostro oculto, da a entender que “el oscuro” puede ser cualquiera de nosotros.
Una imagen divina
“La crueldad tiene corazón humano
y la envidia, humano rostro;
el terror reviste divina forma humana
y el secreto lleva ropas humanas… — William Blake
Las puertas de la percepción
Jim Morrison, inspirado por la genialidad de un William Blake maldito, luego bendito, titula a su banda “The Doors” por representar los valores –o antivalores, según de donde lo veamos— que se celebraban en los años sesenta, batalla campal contra el conservadurismo y una simulación de las visiones de Blake con drogas alucinógenas.
“Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna” — William Blake