José Michelsen y la danza de nuestros instintos animales
El ser humano siempre ha sentido la necesidad de retratar la figura humana, de plasmar y dejar huella de quien fue, es y será. Hay una correspondencia íntima entre el cuerpo, la mortalidad y el tiempo, relación que se estrecha con cada artista que nace dominado por la premura de pintar su mano en una cueva, en un lienzo o en un lector digital.
Parte de la actividad humana es crear, contemplar y reconocernos. En el arte hemos podido entender nuestras emociones y la historia que nos precede. La esencia humana, el instinto, cuerpos en contacto es lo que el artista y arquitecto colombiano José Michelsen busca plasmar por medio de la pintura.
Explora la forma de la figura masculina desde una posición de vulnerabilidad física que abre las puertas para navegar en lo emocional, espiritual, animalístico y pasional.
Cuerpos desnudos conectados
Michelsen cuenta que desde temprana edad nos meten la idea de que los cuerpos deben ser cubiertos, lo que hace de la desnudez un tabú e incluso una justificación para la violencia. Su arte celebra al cuerpo, contornos y pinceladas que ilustran al hombre abrazando la naturaleza animal que posee.
En un entorno industrial su obra trata de reconectar con los instintos básicos, y cabe preguntarnos lo que Yuval Noah Harari pone sobre la mesa en De Animales a Dioses, ¿es el progreso de la industria la felicidad del ser humano? ¿Somos más felices con un smartphone en mano que cantando albricias tras un festín de carne de mamut en medio de una comunidad primitiva?
No son preguntas sencillas, pero dar un paso hacia atrás —hacia nuestra naturaleza primordial— es irónicamente dar un paso hacia adelante, a la reconexión de nosotros mismos. Michelsen trabaja de forma que no busca generar un concepto o discurso riguroso, sino transmitir emociones.
En su trabajo utiliza pintura al óleo, transmite texturas porque gusta de los placeres del contacto humano, y nunca tiene una idea clara o planeada, todo es natural, todo fluye como el río.