El artista japonés que se salvó de la bomba atómica
¿Sabías que las nubes salvaron la ciudad natal de Itsuko, la madre de Takashi Murakami, el artista japonés que se salvó de la bomba atómica? En la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Kokura estaba marcada como objetivo, pero las nubes entorpecieron la visión de los pilotos estadounidenses, impidiendo que la bomba cayera.
Su madre le recordaba constantemente que esas nubes densas y milagrosas, además de los gases de las fábricas, permitieron que el ahora artista naciera, muy a pesar de la tragedia de Nagasaki, la ciudad que tomó el lugar de Kokura.
Suerte de Kokura es hoy una expresión japonesa que significa «escapar de un destino terrible».
Este evento se convierte en un motor de inspiración para Murakami, quien más tarde incorpora la imagen del hongo nuclear en forma de calavera en su arte.
En los años 60, cuando Murakami crecía en Tokio, Japón estaba intentando reconstruir su identidad posguerra. En este contexto, el artista se ve influenciado por una mezcla de tradición japonesa y la llegada de ideas occidentales. Este choque cultural marcó su arte desde el principio.
Mientras muchos pensaban que el arte tradicional japonés era de “alto nivel”, él se zambulló en la cultura popular, en el anime y el manga. Quería que todos pudieran disfrutar del arte, no solo unos pocos privilegiados.
Ahí entra en escena el término Superflat, que no es solo un estilo de pintura, sino una filosofía que desafía la idea de que hay un arte «mejor» que otro. Murakami piensa que la tradición y las cosas modernas pueden vivir juntas en paz, en el mismo «plano».
Uno de los hitos en su carrera fue la colaboración con la marca de moda Louis Vuitton (2002). La asociación resultó en una colección de bolsos y accesorios que fusionaron el mundo del lujo con la estética pop. Este proyecto no solo le otorgó reconocimiento internacional al artista, sino que también desdibujó las fronteras entre el arte y la moda, destacando su capacidad para trascender las categorías artísticas tradicionales.
A medida que su carrera avanzaba, continuó explorando nuevos medios y formas de expresión. Su participación en el ámbito de las instalaciones y las esculturas fue particularmente destacada. Una de sus obras más icónicas es la escultura Flower Ball, que presenta enormes cabezas de flores multicolores dispuestas en una esfera.
Ha colaborado con artistas como Kanye West en el diseño de álbumes y escenarios para conciertos, consolidando su posición como un creador multidisciplinario de renombre.
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