“Este sitio es apoyado por el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales”
El mundo surrealista de Fátima Díaz
Fátima Díaz nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestras conexiones humanas, destacando la paradoja de sentirnos ajenos cuando, al mismo tiempo, estamos profundamente entrelazados con los demás.
Su formación inicial en un campo caracterizado por la lógica y la razón, contrasta con su viaje hacia el arte, un espacio donde las emociones y lo intangible toman protagonismo. Esta transición revela una búsqueda de autocomprensión y un reconocimiento de la humanidad compartida.
En sus obras, Díaz plasma esa inquietud y curiosidad por los sentimientos que no puede controlar, transformándolos en piezas visuales que no solo expresan sus emociones, sino que también resuenan con quienes las observan. Al enfocarse en los retratos y, particularmente, en las miradas de sus personajes, crea una conexión directa con el espectador. Este enfoque en los ojos no es casual; es un intento de establecer un contacto profundo, un puente emocional que permite al espectador sentirse visto y comprendido.
ENTRADA SIMILAR:
Elementos recurrentes en su obra, como los peces, el agua, los ojos, los barquitos de papel y las manos, sirven como metáforas de experiencias y sentimientos humanos. Las manos, por ejemplo, se convierten en entes vivientes que simbolizan el tacto humano y las conexiones físicas y emocionales que definimos como esenciales. Los barquitos de papel, por otro lado, representan la fragilidad y la resiliencia, navegando a través de las tormentas de la vida con vulnerabilidad pero también con una determinación intrínseca.
Díaz, a pesar de su reticencia a etiquetar su trabajo estrictamente como “arte” debido a su falta de formación formal en el campo, utiliza la pintura y la ilustración como medios para expresar su mundo interior. Esta humildad y autenticidad en su enfoque permiten que sus obras sean accesibles y resonantes para un público amplio. Los espectadores se ven reflejados en sus piezas, encontrando en ellas sus propios sentimientos y experiencias.
En última instancia, Fátima Díaz nos recuerda que nuestras experiencias humanas, aunque aparentemente individuales y únicas, están profundamente conectadas. Su arte actúa como un espejo que refleja no solo su alma, sino también las emociones y experiencias universales que todos compartimos. Al contemplar sus obras, nos invita a reconocer y aceptar esas conexiones invisibles que nos unen a los demás, celebrando la belleza de nuestra humanidad compartida.